viernes, 8 de abril de 2011

A primera vista

Hoy conocí a la mujer perfecta, es una lástima que no la vaya a ver otra vez en la vida. En la mañana al despertar me di cuenta de que este no sería un día normal, desde que me levanté tuve esa sensación extraña que experimentamos de vez en cuando, mezcla de incertidumbre y esperanza por algo que nos puede suceder. A pesar de la mala noticia, no podía ocultar una sonrisa que me salía a la primera provocación. Mi amigo me había llamado la noche anterior, platicamos un rato, el tema fue su hermana a la que yo no conocía y terminamos la conversación con mi compromiso formal de que lo acompañaría desde temprano.
Me bañé rápidamente, mientras escuchaba las noticias me preparé un sándwich y también una taza de café. El desayuno fue muy rápido porque no debía hacer esperar a mi amigo mucho tiempo, su hermana seguramente a esa hora ya había llegado en el primer vuelo del día. Me vestí con una camisa blanca porque es mi costumbre para estas ocasiones, un pantalón caqui, mis zapatos recién boleados y salí a la calle. Era una mañana de verano, cálida pero con buen clima para salir a algún lugar. La sonrisa insistió en acompañarme y me subí a la combi ensayándola para más tarde. Di los buenos días y las gracias a la señora que me hizo el favor de pasar el dinero al chofer y ella me regresó el cambio con otra de sus sonrisas.
A ella la conocía por lo que me contaba su hermano, aunque nunca me enseñó fotos, yo sabía que desde muy joven se fue a vivir con una tía que le ofreció pagarle la escuela porque, según ella, en esta pequeña ciudad nunca iba a estudiar lo que ella quisiera y menos tendría oportunidades para destacar. Al terminar la carrera en la capital del país le ofrecieron una beca para estudiar una maestría en el extranjero y ahí había conseguido trabajo, por eso la última vez que estuvo en la ciudad fue hace más de tres años, a mi amigo lo conocí en el trabajo hace apenas dos.
Cuando llegué al lugar donde quedé de ver a mi amigo, intenté saludarlo con la seriedad que ameritaba el asunto pero la sonrisa insistía en saludar también a todos. Fue entonces cuando la vi, era morena clara, su rostro se miraba sereno, ella permanecía callada, tímida pero retadora, sus mejillas recién lavadas y maquilladas enmarcaban perfectamente unos labios carmesí que parecían contener toda la vida en ellos, quietos también, como esperando. Siempre me han gustado las mujeres que callan y esperan el mejor de los momentos para hablar o que prefieren decirlo todo sin palabras, me atraen las mujeres de semblante tierno pero firme. Tenía el cabello corto, se notaba que la cultura extranjera había permeado su manera de vestir. Ella tenía todo lo que siempre me ha atraído de las mujeres, era la mujer perfecta, todo en ella,  pero no me atreví a hablarle. No hubiera sido bien visto que le hablara ahí, sobre todo porque apenas la veía por primera vez.
Me quedé largo rato mirándola tratando de memorizar cada rasgo de su rostro, su nariz respingada, sus labios delineados y ese esbozo de sonrisa que me brindaba paz, sus manos delgadas y quietas, su traje sastre que seguramente trajo consigo para esta ocasión, su frente, sus mejillas, sus labios, sus labios, sus labios.
Estuve a punto de hablarle, por un momento pensé en tomarle una foto sin que nadie se diera cuenta, el sólo hecho de pensar que no la volvería a ver empezaba a volverme loco, ¿cómo volverse loco por alguien a quien ves por primera vez?, Estoy seguro de que nadie podría entender, yo mismo estaba rompiendo mis paradigmas porque siempre juré que no existe el amor a primera vista y ahí estaba, enamorado, visiblemente enamorado. La sonrisa desaparecía mientras mis ojos se nublaban como queriendo ayudarme evitando que siguiera viéndola, sabios mis ojos, fueron los primeros en querer olvidarla ante la ifugacidad del encuentro que terminaría en un adiós definitivo. La gente no comprendía, noté que empezaba a mirarme, primero de reojo y luego sin disimular.
Entonces dejé unas flores sobre ella, me despedí de mi amigo dándole el pésame de nuevo y salí a la calle a respirar el aire caliente del medio día con la esperanza que quemara también la imagen de esos labios a los que nunca podré besar.

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