sábado, 15 de enero de 2011

La Quincena.

- ¿Te volveré a ver?- Le tembló la voz.
- ¿Qué?- Ella era morena, alta, de cuerpo delgado pero con redondeces pronunciadas.
- Que si nos veremos pronto.- la súplica tímida del tipo era más lamentable que su imagen desparramada sobre la cama.
- Puede ser la próxima quincena, cuando vuelvas a tener dinero para pagar.- se amarró el cabello y cerró la puerta con fuerza para recorrer el laberinto que la llevaría de nuevo a la esquina donde se habían conocido.

Esta Noche.

Quiero escuchar de tu voz cada acento,
cada pausa.
Retumbar con el eco en tu cintura.
Palabras,
Palabras como gotas
escurriendo por tus pechos
hasta tus caderas.
Pausas elevándome sobre los sueños.

Déjame comer la noche a rebanadas
con tu voz afilado cuchillo.
Rásgame la espalda.

Córtame las venas
con la primera línea de cada verso.
Desángrame con los ojos cerrados

Recítame esta noche
y enmudece cuando salga el sol.

Juanito.

Juanito está acostado, recordando. La mañana es fresca. La ciudad es un monstruo gigante y la gente sus entrañas convulsionando. Todos los días se levanta antes de que salga el sol. Se lava la cara con un poco de agua y jabón, sólo un poco. En esta gran ciudad no todos los días se puede dar uno el lujo de tener agua. Se viste rápidamente y corre por una callejuela empinada que lo llevará hasta la esquina donde lo espera Doña Luz, la vocera con la que trabaja toda la mañana. Toman juntos un camión que los traslada a la esquina donde trabajan. Vender periódicos al ritmo del semáforo es una tarea peligrosa en esa transitada avenida.
Como casi todos los niños de su cuadra, tiene que trabajar para ayudar con el gasto familiar. No conoció a su padre, nunca supo nada de él. Su madre vende quesadillas frente a una escuela. Cuando se termina la venta de periódico, Juanito corre hacia la escuela como corren los demás niños de su edad, de sexto grado. Pero él no entra, se queda en la puerta ayudando a su madre en la venta de quesadillas. Sólo estudió hasta tercero de primaria, pero es verdaderamente hábil para las cuentas. Tiene que serlo, Doña Luz y su madre, a costa de regaños y golpes le han enseñado a no perder ningún centavo en las cuentas.
A Juanito, como a todos los niños, le gusta jugar. Esta mañana le gustaría hacerlo. Su cálida cama se está volviendo pegajosa y él quisiera levantarse, por lo menos para jugar. Vender periódicos al ritmo del semáforo. Correr entre las filas de autos mientras se pone el verde. La rutina diaria interrumpida violentamente por un minibús. Todo fue muy rápido, un golpe, un rechinido, el conductor huyendo. Juanito no está triste, sólo quiere levantarse y recoger los periódicos regados. Juanito tiene frío, su cama se enfría lentamente. Juanito se siente cansado y apenas empieza el día. Juanito quiere ver a su mamá y pedirle perdón porque no llegará hoy a ayudarla en la venta de quesadillas. Juanito no siente nada. Juanito cierra los ojos. Juanito está acostado.

jueves, 13 de enero de 2011

Amor Eterno

No hay dolor más fuerte que el que te oprime el corazón. La piel desgarrada, la carne en vivo, todo es nada cuando el dolor viene desde adentro. Cuando era niño me hicieron creer que a través de las heridas se escapaba nuestra alma. Raspones, cortes, accidentes, ahí se iba un poquito de mi espíritu.
- I -

-Entiéndelo, todo ha sido maravilloso, pero me doy cuenta que cada día nos alejamos más porque nos interesan cosas nuevas- sonaban lejanas sus palabras. Era ella en el café y yo de nuevo en la preparatoria, donde nos conocimos.

En la prepa nunca fui el más popular. En mi salón tenía un grupo de amigos muy reducido. Los nerds siempre tendrán una desventaja social. Aunque se les considere aventajados en otros aspectos, es el social el que siempre puede más en la adolescencia. Ahí fue donde la conocí. Era delgada, de tez blanca y cabello rizado. Se acercaba a mí al principio para que le ayudara con la tarea de cálculo, claro, siempre terminaba haciéndosela. En las pláticas después de clase, mientras hacíamos la tarea, hablábamos de la universidad. Ella quería ser arquitecto y me hablaba de cosas que nunca entendía pero que con esa voz angelical y la pasión con las que me las contaba parecían muy interesantes. Yo le hablaba de robótica y computación, mis mayores pasiones. Estoy seguro de que tampoco me entendía, pero me enamoré de esos ojos de duda tan grandes y redondos, siempre verdes, siempre fijos como escudriñando mi alma. Nunca hablamos de amor, simplemente nos besamos la noche del baile de graduación. Sin más promesas que seguir juntos pase lo que pase sabiendo que nuestras carreras nos separarían. Afortunadamente no fue así y seguimos juntos. Fueron solamente dos años, pero tantas cosas vividas. Que cuando me dijo que quería terminar pensé que bromeaba, si todo era perfecto.

- Entiéndelo, siempre te amaré, pero nuestra relación ya no es como cuando empezó -¿Entiéndelo, me verá cara de tonto? ¿Cómo quiere que entienda que dice amarme pero que debemos terminar?- No llores, no nos pongamos tristes. Creo que es lo mejor para que cada quien se dedique a su carrera a tiempo completo.

- Es que… -yo no tenía palabras, no podía más que recordar cuando le hacía la tarea de cálculo y ella me ayudaba con las de dibujo arquitectónico. Sólo tenía en la mente las tardes que pasamos en su casa haciendo las maquetas para el proyecto final de Dibujo Técnico y de Construcción. Sólo su voz contándome que sería una gran diseñadora de proyectos habitacionales que respetaran la ecología. Sólo sus grandes ojos verdes hurgando en mi alma, su sonrisa que dejaba ver esos dientes perfectos, sus carcajadas en medio del salón cuando le hacía chistes de los maestros. Sólo recordaba tratando de encontrar qué estuvo mal.


- II -

- Adiós. Y no me busques. No lo hagas difícil, por favor –su súplica me devuelve al presente. No articulo más palabras. Mientras ella desaparece y se confunde entre la gente de la calle, yo apenas puedo mantenerme de pie. La noche y el frío me dan el tiro de gracia. Es cierto, no sé a dónde ir, pero lo peor es que a donde vaya nadie me espera. No camino, las calles vienen hacia mí violentamente. Se ríen de mí los anuncios luminosos, los santa closes en los aparadores. Se ríe de mí la gente mientras levantan sus copas y se desean una feliz navidad. Todos ríen y se festejan, y se ríen de mí mientras las calles me alejan y me caminan hasta mi casa.


- III -

Hay una serpiente púrpura en la habitación que repta fuera de su cuerpo mientras le roba la vida. En la mesita de noche unas botellas de cerveza vacías y un cenicero lleno. En el suelo una botella de tequila guardando un último trago. Él está tirado a un lado, en el piso, inerte sobre un charco de su propia sangre. Mientras lo miro desde la ventana unos pájaros me indican el camino con sus trinos. Su alma escapó por un orificio en la sien. Yo lo abandoné en la madrugada del año nuevo. Él se vació al ritmo de la botella de tequila. Ella lo acompañará pronto pero aún no lo sabe. Lo sabrá cuando se entere de la noticia. Se reunirán de nuevo el 14 de febrero y no se separarán jamás.