domingo, 6 de noviembre de 2011

Ella y él

Ella y él se gustan, han dormido pensándose pero no lo dicen. No lo admiten. El pretexto puede ser cualquier cosa: la edad, el corazón roto, la falta de tiempo. Se sonríen, se coquetean, rozan sus manos de vez en cuando. No admiten que se gustan, pero se dan tiempo para ellos, para pensarse. Ella se fija en su mirada profunda y su andar descuidado. A él le gusta escucharla en silencio. Ella sabe de su vicio por la lectura. Él detiene su mirada siempre en su cuelllo. No lo admiten y está bien, quizá sea lo mejor, se prometen en silencio. Se han vuelto expertos en disimular, aunque algunos detalles los delatan. Cuando el silencio se hace grande, suelen mirarse y sonreírse, como recordándose. Se recorren con la mirada, se hacen el amor con palabras. No necesitan decirse nada, todo lo saben. Saben y juegan a no saber, a no entender las señales. Si ella sonríe, él baja la mirada nervioso. Si él le habla, ella sonríe discretamente. No admitir que se gustan es lo correcto con dos personas maduras, no tienen tiempo para otra decepción. Imaginan vidas juntos, pero cada quien en su cama. Y así seguirán por el resto de sus vidas hasta que sientan que ya no queda tiempo.

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