martes, 29 de julio de 2014

El Chichonal

No recuerdo la hora, pero era de noche y yo tenía seis años. Lo recuerdo lejano, pero vívido. Una silueta incandescente en medio de la oscuridad. A la mañana siguiente sabríamos qué fue. Mi papá nos había explicado qué eran los volcanes e hicimos unos dibujos de lo que vimos, dibujos que me gustaría haber conservado, pero después de varias mudanzas y trabajos en la casa, simplemente se ha perdido para siempre. Era domingo, al día siguiente tendríamos que asistir a clases. No amaneció. Fue todo raro porque a las diez de la mañana del día siguiente aún seguía oscuro. Hacia el medio día comenzó a aclarar y pudimos ver la magnitud del fenómeno. Todo estaba cubierto de ceniza. Muchas casas, con techos de cartón, habían colapsado bajo el peso de la ceniza. Todo estaba caliente. Cuentan los que estuvieron más cerca que todo comenzó con temblores en la zona. Hay incluso una leyenda de una mujer que los había invitado a su fiesta y que estaba cocinando unas viandas para ese día. En la inocencia de la infancia no logro a bien recordar la magnitud de la tragedia y las necesidades que seguramente pasamos con ríos contaminados, cultivos quemados, tierras inutilizables, animales muertos y gente sin hogar siendo desplazada. Todo había pasado muy rápido, nadie podía entender qué sucedió en lo más profundo de la noche desde lo más profundo de la tierra, lo primero era recuperar lo que se pudiera. Las enfermedades fueron estos perros apocalípticos que mordían sin soltar mientras el hambre miraba impasible. Los ojos rojos, las infecciones intestinales. Como niños, nosotros jugando. Aprendí a recuperar el hierro de la ceniza pasando un imán. Aprendí que algunos volcanes solamente expulsaban piedras y ceniza. Aprendí que la vida es así de frágil cuando la naturaleza quiere. Aprendí también que no importa cuánto tengas en contra, siempre se puede salir adelante mientras tengas vida. Y pensar que todo comenzó una noche fresca de primavera en la que la oscuridad no significaba una boca de lobo y los dragones vivían solamente en las hojas de los libros. Y pensar que han pasado treinta años.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Alguien decidió morir atropellado.

en una esquina del centro de la ciudad
a las puertas de la iglesia que ahí se encuentra
eligió ese lugar y ahí está
quietecito
como debe ser
con la solemnidad que se necesita para tan importante evento.

Está muerto

nos anuncia un pequeño río
nos confirma.

Un alma caritativa le ha puesto una manta encima

un alma caritativa le prendió una veladora
le puso flores.

Las demás almas
caritativas
lo olvidarán en pocos días.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Ella y él

Ella y él se gustan, han dormido pensándose pero no lo dicen. No lo admiten. El pretexto puede ser cualquier cosa: la edad, el corazón roto, la falta de tiempo. Se sonríen, se coquetean, rozan sus manos de vez en cuando. No admiten que se gustan, pero se dan tiempo para ellos, para pensarse. Ella se fija en su mirada profunda y su andar descuidado. A él le gusta escucharla en silencio. Ella sabe de su vicio por la lectura. Él detiene su mirada siempre en su cuelllo. No lo admiten y está bien, quizá sea lo mejor, se prometen en silencio. Se han vuelto expertos en disimular, aunque algunos detalles los delatan. Cuando el silencio se hace grande, suelen mirarse y sonreírse, como recordándose. Se recorren con la mirada, se hacen el amor con palabras. No necesitan decirse nada, todo lo saben. Saben y juegan a no saber, a no entender las señales. Si ella sonríe, él baja la mirada nervioso. Si él le habla, ella sonríe discretamente. No admitir que se gustan es lo correcto con dos personas maduras, no tienen tiempo para otra decepción. Imaginan vidas juntos, pero cada quien en su cama. Y así seguirán por el resto de sus vidas hasta que sientan que ya no queda tiempo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

A las diez


A las once o a las doce
con las manos caminando tu piel
con el alma escuchando al viento
con mis pies lagartos de arena
lunas en los párpados
cuando llueve en la casa
guardamos el sol detrás de las ventanas
hay lunas en los párpados
en tu funeral y resurrección
cuando callo
   me siento a tu lado
      y te regalo la caída de las hojas

Las sombras van mordiendo las paredes
el sofá deja su quietud
te abrazo y vemos crecer el trigo
te cuento palabras
las riego sobre tus muslos
tus labios
las voy dejando enterradas bajo tu piel
para llenar los silencios

Esto es lo que somos
porque los dioses han dejado de ser
nos diluimos lentamente
pero te tengo y te escribo
   y te leo
      y te descubro.

La botella se ha vaciado
nos bebemos de las comisuras de la boca
te recorro por los bordes
abrevando en tormentosos ríos y saciarlos de mi sed


Después el silencio
con lo que hemos callado
habremos dicho todo.

sábado, 30 de julio de 2011

¿Para qué quiero la poesía a las dos de la mañana?

Sólo puedo verte a través de la ventana
alcanzarte con mis suspiros
lanzar besos
que quedarán embarrados en la albarrada
                       albarradados
ladridos de sombras de perros
mi silencio a todo volumen
                         para enfatizar tu rostro
leo versos al azar
evito encontrarte entre ellos
                   acechándome
arranco hojas
cierro ventanas
borro líneas para no leer tus ojos
tus piernas
                 tus manos
                                  tu boca
maldigo a los poetas
dicen que te tome a cucharadas
que mire tu reflejo en los charcos
sólo quiero morderte
guardar un poco de tí en el bolsillo de mi pantalón
para aspirarte cuando tenga hambre
poesía
dicen los que no saben
los que saben no dicen nada
                          me ven y callan
se hacen a un lado porque voy gritando
                           con tu voz
para que escuches
para que escuches
                          repito
tú me guardas en las almohadas
quiero contarte que aprendí a no aullarte para no asustar a los vecinos
a hablarte quedito para que nadie más escuche
a llevarte pájaros a tu ventana
trinar fuerte para darte los buenos días
                             a esperar
y tú no has aprendido nada
¿No has aprendido nada?

La despedida.

Lo último que recuerdo es que agarró los billetes que puse sobre el buró de la cama, me dejó un beso en la frente y salió a prisa de la habitación, con el cabello desarreglado y los zapatos en la mano, le agradezco haberse marchado en silencio.

jueves, 5 de mayo de 2011

Cuento de hadas.

Un día ella se durmió. Él se fue con sus amigos a emborrachar, a pescar, al beisbol; tuvo otras mujeres, comió, habló con la boca llena, maldijo, subió los pies a la silla, dejó la ropa tirada por toda la casa, hasta que, pasados cien años, le dio un beso y ella despertó. Ambos habían tenido una vida de cuento.

El suicida.

Había pasado varias horas sentado frente a la hoja en blanco, con la pluma en la mano, intentando decidir a quién dedicaría la carta. Fueron horas de pensar y preguntarse, a quién, por qué, cómo, hasta agotar las respuestas. Ahora no podía contestar por qué debía escribir esa carta, para qué tenía una pistola en la mesa.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Si me dijeran que soy poeta.

“Para muchas personas el poeta tiene derecho a emborracharse, a decir majaderías, a ser rebelde porque sí, a transgredir las leyes: el poeta es superior al orden. Y yo siempre he querido emborracharme como cualquier hombre, con el mismo sentimiento de liberación de culpa.” Jaime Sabines


Qué horrible debe ser que te llamen poeta, la gente esperará que poetices en cualquier momento, que mires la copa de licor, la levantes y seas bohemio. Lo mismo solemos hacer con el que llamamos psicólogo, pensamos que nos estará psicoanalizando mientras dure la plática. Para ti, poeta, es difícil, doloroso. No haces poesía, te la arrancas de las entrañas, la pones en el papel o en tu computadora, llena de pus y sangre. Imagínate a todos quienes te llaman poeta y esperan que para la sobremesa improvises unos versos para amenizar la velada, sería como decirle a futbolista que metiera unos goles así nomás, sólo porque se lo pedimos y vaya que el ejemplo quizá fue un facilismo. Tú esperas ir al beisbol y tomarte una cerveza, platicar y mentarle la madre al “ampayer” cuando no sanciona adecuadamente los lanzamientos, pero nuestra cultura nos ha enseñado que los poetas son una especie rara de seres que suelen ser incomprendidos y en el mejor de los casos los tratan como si fueran criaturas indefensas, “pobrecito, es poeta”, dirán cuando te vean caminar tambaleándote por la calle completamente borracho o drogado, digo drogado porque seguramente el poeta debe fumar, inhalar, inyectarse o tomar alguna sustancia; no cualquier persona escribe las cosas que tú. En otros casos eres un sociópata, hippie, sucio, seguramente un depravado que se refugia en la poesía para saciar sus más bajos instintos, un loco, en resumen. Todos llamándote poeta y diciendo que lo tuyo es poesía, mientras tú tratas de explicarles que eres un tipo normal, o al menos, como decía el maestro Sabines, te gustaría ser como cualquier hombre. Todos llamándote poeta y tú tratando de explicarles que quieres otra cerveza, que lo que te quema por dentro es sólo calor y no lo que ellos han dado por llamar poesía. Todos llamándote poeta y tú escupiendo sangre sólo para que vean que eres como ellos, que la única diferencia es que no te conformas y te atreves a decir lo que piensas y sientes. Seguramente si me dijeran que soy poeta, pasaría el resto de mi vida tratando de demostrar que están equivocados, que la vida me duele y me ríe al igual que los demás, que sé llorar y sonreír, que sé soñar, que me enamoro y desenamoro de la misma manera que todos, que también duermo, que tengo mal aliento por las mañanas aunque me lave los dientes todas las noches, antes de dormir. Si me dijeran que soy poeta me ocuparía más en ser hombre, porque solamente cuando uno es hombre, puede hablar de la vida y la vida es poesía.

Sirena.

          Para Ella, que guarda pedazos de luna bajo la almohada. (Aunque Ella, no termine de llegar)

Despierta cuando la tarde ha dejado de sangrar y el sol termina de evaporar sus ganas detrás del mar. Acostada, recorre su cuerpo con la memoria, su cuello, sus hombros, su ombligo, se quita la arena con el pensamiento. Sobre sus pechos desnudos corre la brisa acumulando dunas de arena. Se levanta sacudiéndose los cangrejos que se refugian en su sexo, su desnudez es sólo una silueta recortada a la luz de la luna llena. La brisa le golpea suavemente el rostro, le enreda los cabellos. Camina lento hacia el mar, la arena le trepa por las rodillas, las olas se rinden ante ella y tienden una alfombra espumosa. Abre los brazos a la luna, su luz le acaricia los pechos y estremece sus caderas. Su piel se eriza al hundirse poco a poco. Levanta las manos, toca la luna, la abraza. Pequeños calamares de un intenso azul brillante se enredan entre sus pies, la envuelven, le van mordiendo cada poro. Se aferra a la luna mientras camina y se hunde, paso a paso. Peces multicolores la rodean y le abren paso entre los sargazos que bailan un vals rojo cadencioso. El mar, de un hambriento color verde oscuro, ha dejado de agitarse y comienza el ritual de la marea alta. Ella continúa avanzando hacia la oscuridad total, ese negro absoluto que seduce con promesas de liberación. Ahora son los delfines quienes hacen reverencias y la acompañan. Sus pies han dejado de tocar el fondo arenoso que hería con su artillería de conchitas y caracoles quebrados. Ahora es la luna llena quien la abraza, le ofrece su guía reflejando el camino hacia ella sobre el oleaje. Su piel comienza a florecer en pequeñas escamas que, como un espejo roto, refleja miles de veces el rostro frío y platinado de la luna que la espera escoltada de estrellas. Se hunde lentamente, ha dejado de necesitar la brisa en el rostro, la marea como testigo. Con ligereza nada hacia el fondo del mar. El negro profundo la envuelve, encuentra la luz de la luna al final de la senda, asciende a ella. Se deja arropar, la luna brilla con mayor fuerza esta noche. En las noches de luna llena nacen las sirenas.

martes, 26 de abril de 2011

Apago la luz.

Apago la luz

quedas tú
sin la máscara efímera de la belleza
me iluminan tus ojos
desaparece la gravedad
entre las sombras
tus pechos vuelven a ser
firmes
los muslos
me atrapan
sueños vueltos a soñar
ágiles
aves muertas
espejos rotos a sus pies

La oscuridad sanadora
el sintiempo
nosotros colgados de las paredes
cerramos los ojos
bajamos deslizándonos
entre claroscuros
las sábanas se agitan

Un tigre acecha
sediento
abreva
de ti
de tu sombra
se alimenta
desaparece corriendo por las paredes
una estrella
inhalo
exhalo
vacío mi espiritu
me apago en la luz.

--- rC 04.12.2011

viernes, 8 de abril de 2011

A primera vista

Hoy conocí a la mujer perfecta, es una lástima que no la vaya a ver otra vez en la vida. En la mañana al despertar me di cuenta de que este no sería un día normal, desde que me levanté tuve esa sensación extraña que experimentamos de vez en cuando, mezcla de incertidumbre y esperanza por algo que nos puede suceder. A pesar de la mala noticia, no podía ocultar una sonrisa que me salía a la primera provocación. Mi amigo me había llamado la noche anterior, platicamos un rato, el tema fue su hermana a la que yo no conocía y terminamos la conversación con mi compromiso formal de que lo acompañaría desde temprano.
Me bañé rápidamente, mientras escuchaba las noticias me preparé un sándwich y también una taza de café. El desayuno fue muy rápido porque no debía hacer esperar a mi amigo mucho tiempo, su hermana seguramente a esa hora ya había llegado en el primer vuelo del día. Me vestí con una camisa blanca porque es mi costumbre para estas ocasiones, un pantalón caqui, mis zapatos recién boleados y salí a la calle. Era una mañana de verano, cálida pero con buen clima para salir a algún lugar. La sonrisa insistió en acompañarme y me subí a la combi ensayándola para más tarde. Di los buenos días y las gracias a la señora que me hizo el favor de pasar el dinero al chofer y ella me regresó el cambio con otra de sus sonrisas.
A ella la conocía por lo que me contaba su hermano, aunque nunca me enseñó fotos, yo sabía que desde muy joven se fue a vivir con una tía que le ofreció pagarle la escuela porque, según ella, en esta pequeña ciudad nunca iba a estudiar lo que ella quisiera y menos tendría oportunidades para destacar. Al terminar la carrera en la capital del país le ofrecieron una beca para estudiar una maestría en el extranjero y ahí había conseguido trabajo, por eso la última vez que estuvo en la ciudad fue hace más de tres años, a mi amigo lo conocí en el trabajo hace apenas dos.
Cuando llegué al lugar donde quedé de ver a mi amigo, intenté saludarlo con la seriedad que ameritaba el asunto pero la sonrisa insistía en saludar también a todos. Fue entonces cuando la vi, era morena clara, su rostro se miraba sereno, ella permanecía callada, tímida pero retadora, sus mejillas recién lavadas y maquilladas enmarcaban perfectamente unos labios carmesí que parecían contener toda la vida en ellos, quietos también, como esperando. Siempre me han gustado las mujeres que callan y esperan el mejor de los momentos para hablar o que prefieren decirlo todo sin palabras, me atraen las mujeres de semblante tierno pero firme. Tenía el cabello corto, se notaba que la cultura extranjera había permeado su manera de vestir. Ella tenía todo lo que siempre me ha atraído de las mujeres, era la mujer perfecta, todo en ella,  pero no me atreví a hablarle. No hubiera sido bien visto que le hablara ahí, sobre todo porque apenas la veía por primera vez.
Me quedé largo rato mirándola tratando de memorizar cada rasgo de su rostro, su nariz respingada, sus labios delineados y ese esbozo de sonrisa que me brindaba paz, sus manos delgadas y quietas, su traje sastre que seguramente trajo consigo para esta ocasión, su frente, sus mejillas, sus labios, sus labios, sus labios.
Estuve a punto de hablarle, por un momento pensé en tomarle una foto sin que nadie se diera cuenta, el sólo hecho de pensar que no la volvería a ver empezaba a volverme loco, ¿cómo volverse loco por alguien a quien ves por primera vez?, Estoy seguro de que nadie podría entender, yo mismo estaba rompiendo mis paradigmas porque siempre juré que no existe el amor a primera vista y ahí estaba, enamorado, visiblemente enamorado. La sonrisa desaparecía mientras mis ojos se nublaban como queriendo ayudarme evitando que siguiera viéndola, sabios mis ojos, fueron los primeros en querer olvidarla ante la ifugacidad del encuentro que terminaría en un adiós definitivo. La gente no comprendía, noté que empezaba a mirarme, primero de reojo y luego sin disimular.
Entonces dejé unas flores sobre ella, me despedí de mi amigo dándole el pésame de nuevo y salí a la calle a respirar el aire caliente del medio día con la esperanza que quemara también la imagen de esos labios a los que nunca podré besar.

viernes, 4 de febrero de 2011

Toda una vida.

Con la tarde quieta,
la playa, las aves,
todo quietud y atardecer
se toman las manos,
recuerdan, temblorosos,
con emoción,
lo que otros han olvidado,
las promesas de aves quietas al atardecer.

Miradas que dicen todo,
lenguajes que nadie entiende,
manos temblorosas que el tiempo detienen.

caminar lentamente, juntos.
La vida es ese cúmulo de silencios
que aprendieron para decir todo,
como esas sonrisas dando los buenos días
y apagando la luz.

¿Cuántos pasos?
¿Cuántas aves en la quietud de los ocasos?
¿Cuántas aves quietas?
Una vida, todo la define.

el brazo para apoyarse cada día hace más falta,
la sonrisa cada día más lenta
                        eterna.

Y ellos dando la espalda al mar,
la cara al sol sin voltear para devolver huellas
siguen de frente sobre la arena,
caminan sobre las olas.

se juraron amor eterno,
aves quietas
     y atardeceres tomados de la mano,
se juraron juramentos que nadie ya jura.
Hoy esperan en la quieta orilla
con las aves quietas y el sol frente a ellos
se miran y recuerdan,
se abrazan y se recuerdan.

RCardozo.02.04.11

sábado, 15 de enero de 2011

La Quincena.

- ¿Te volveré a ver?- Le tembló la voz.
- ¿Qué?- Ella era morena, alta, de cuerpo delgado pero con redondeces pronunciadas.
- Que si nos veremos pronto.- la súplica tímida del tipo era más lamentable que su imagen desparramada sobre la cama.
- Puede ser la próxima quincena, cuando vuelvas a tener dinero para pagar.- se amarró el cabello y cerró la puerta con fuerza para recorrer el laberinto que la llevaría de nuevo a la esquina donde se habían conocido.

Esta Noche.

Quiero escuchar de tu voz cada acento,
cada pausa.
Retumbar con el eco en tu cintura.
Palabras,
Palabras como gotas
escurriendo por tus pechos
hasta tus caderas.
Pausas elevándome sobre los sueños.

Déjame comer la noche a rebanadas
con tu voz afilado cuchillo.
Rásgame la espalda.

Córtame las venas
con la primera línea de cada verso.
Desángrame con los ojos cerrados

Recítame esta noche
y enmudece cuando salga el sol.